Las burbujas de las redes sociales tienen poco que ver con el Cava o el Champagne. Los cambios que provocan las Redes Sociales, como casi todo en esta vida, tienen aspectos positivos y aspectos negativos, que son en muchos casos más profundos y peligrosos de lo que puede parecer a simple vista: Reforzar los intereses de los usuarios y reducir el alcance del contenido al que están expuestos, los encierra en una burbuja.
Por un lado, tenemos los aspectos relativos a su abuso, y en consecuencia, su impacto en la introversión, la inestabilidad, la autoestima, o bien el exhibicionismo emocional (y físico) sobre todo (pero no exclusivamente) por parte los más jóvenes. Un tema a profundizar.
Pero quisiera centrarme en un aspecto, quizás mas siniestro, que es su capacidad para generar cambios de comportamiento.
El uso de cualquier herramienta y/o tecnología de forma continuada provoca cambios, algunos mas imperceptibles que otros. La simple publicidad, más o menos encubierta, lo hace, pero el impacto de tecnologías como la Inteligencia artificial y el uso de algoritmos opacos genera cambios a una velocidad insospechada y de una manera difícil de prever que escapa al control sus propios creadores.
Se ha hablado mucho de la capacidad de las Redes para radicalizar a los jóvenes, un capacidad que fue bien utilizada por el estado islámico, que ha tenido un impacto trágico en nuestra sociedad y que sigue siendo un riesgo. (Podéis profundizar en el tema en este post (Pablo Yglesias sobre la radicalización de los jóvenes en las redes sociales – nada que ver con el político 😉
Pero hay una capa de radicalización que se va extendiendo por toda la sociedad de forma automatizada y que no tiene nada que ver con las ideologías políticas sino con la algoritmia, el capitalismo puro y duro, y el interés de las redes sociales por generar más tráfico, más clics y en consecuencia más dinero.
El problema es simple y se genera por la vía de dos sesgos muy similares y perfectamente identificados:
Las cámaras de eco, que son el efecto de reforzar los intereses de los usuarios a través de la exposición repetida a un contenido similar. Si has hecho clic a una noticia de un accidente de coche, los algoritmos se encargarán de presentarse más noticias de accidentes, si ves una noticia sobre un robo en la web, los sistemas automáticos de instagram, facebook, twitter o youtube (por nombrar algunas opciones), te mostrarán más y más. Y si sigues mostrando interés, se seguirá subiendo el tono, los videos serán cada vez más explícitos, más truculentos y violentos, a medida que te vayas escandalizando y des más clics o que además, los reenvíes a otros.
La burbuja de filtros, son el mecanismo que reduce el alcance del contenido al que están expuestos los usuarios. Si miras determinados periódicos o noticias políticas, los sistemas te mostrarán cada vez más de los mismo, pero no le mostrarán nunca noticias del Madrid a un seguidor del Barça o al revés, ni declaraciones de políticos de izquierda a alguien de derechas o viceversa.
Así, quien que andaba mirando las noticias de los robos, violaciones y delitos de los inmigrantes, ira viendo cada vez más de lo mismo, y cada vez más subido de tono, convencido que estamos en peligro ante una invasión que nos pone en peligro, mientras que quien se intereso por el drama de los inmigrantes que cruzan el mediterráneo en patera, irán viendo solo noticias relacionadas con su sufrimiento, las condiciones en las que se desenvuelven y los abusos que padecen y la proliferación de la extrema derecha.
Ambos, mecanismos en términos académicos, son ejemplos de “bucles de retroalimentación degenerada”, y promueven, sin tener interés por ello, la radicalización de los usuarios en grupos de opinión cada vez más sesgados, más polarizados y más convencidos de su razón. Y todo ello sin contar que además, todo esto se puede manipular con “bots” y “fake news” para inducir opiniones o reacciones.
Podeis encontrar más información en estos artículos, (Youtube Radicaliza a los usuarios, Google confirma que los algoritmos de recomendación nos encarcelan) o en el libro de Marta Peirano “El enemigo conoce el Sistema“